Este y otros ejercicios de vida práctica, además de lo mencionado, son la forma más real que tiene la infancia de participar en el mundo adulto, realizar actividades útiles que realizan los mayores y ganar en autonomía. Esto se observa, no solo en el acto que están llevando a cabo sino en lo que no vemos, y es que ese control de movimientos les prepara para desarrollar movimientos más complejos. En resumen, todo lo que llamamos, desde Montessori, “vida práctica”, son ejercicios que les preparan para la vida.
La mayor complicación para realizar esta actividad está en nosotros, los adultos, que tenemos que mostrarles cómo hacerlo con tal placer y dedicación, con tal dosis de presencia y disfrute… que prácticamente tenemos que hacer una meditación antes de hacerlo.
¿Por qué tanto lio para una actividad cotidiana? Porque, lo que hacemos nosotros, la primera vez que el niño lo ve, es lo que se le queda grabado, y si nosotros lo hacemos sin ganas, sin fijarnos en los detalles, él o ella también lo harán así, y el ejercicio perderá en ese caso el valor que estamos buscando.
Existen lugares en internet específicos que hablan de “vida práctica”. Yo, como siempre, trato de acercaros este aprendizaje de una forma sobre todo práctica y directa y de animaros a probarlo, no perdéis nada, guardaros 20 o 30 minutos de atención plena para probar esta actividad y mostrársela a vuestros niños permitiéndoos disfrutarla.
Para realizar la actividad necesitamos una bandeja con un jabón tipo lagarto, un rallador, un cacharro para lo rallado y otro más abierto o con agujeritos en la tapa para colocar el jabón rallado y llevarlo al baño para lavarse las manos.