Desde los 0 a los 6 años, la motricidad gruesa se está formando y hasta que logren un total control de su cuerpo, todavía pasan más años (luego hay personas con más precisión que otras, claro está).
Creo que lo más digno es que, quién derrame líquidos, se le caiga la comida o el material de trabajo, pueda recogerlo por si mismo/a, con el orgullo de reparar lo que ha desordenado. Y con el placer de resolver un problema por sus propios medios.
Limpiar nosotros todo lo que tiran no es enseñarles responsabilidad, pero ojo, para que esto se asocie el haber tirado el líquido con la responsabilidad de limpiarlo, tienen que cumplirse varios factores: la limpieza debe ser inmediata para se entienda la causa-efecto y también el proceso debe ser armonioso y sencillo.
En caso de que no quiera limpiar, podemos recogerlo nosotros y decirle que, para la próxima vez, si algo se le cae, puede utilizar estos trapitos tan bonitos que dejaremos siempre a su alcance.
Habrá momentos de todo tipo, pero nos sorprenderá ver que los niños/as normalmente no derraman o tiran la comida por despiste, sino por falta de coordinación o por una necesidad de experimentación, y en ambos casos, la limpieza puede ayudarles a entender las consecuencias desde un sentimiento positivo y no desde la culpa.
Por favor, no utilicemos el tono imperativo de castigo para pedirles que reparen el error porque si no, les estamos trasmitiendo que no es digno recoger ni limpiar, siendo que por el contrario, es una labor de lo más necesaria para una vida saludable y para el cuidado del ambiente que nos rodea.
Podemos tener a mano una bandejita con dos trapos y un estropajo, con eso es suficiente para empezar, y a partir de los 3 años, podemos incluir la fregona y la escoba, que contribuyen a trabajar muchísimo la coordinación y el equilibrio.
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